No leo nunca El País Semanal, porque en general no me interesa el contenido y porque, con los cambios estéticos recientes que metió El País, el formato me resulta cada vez menos atractivo a la vista (además de a la inteligencia). Pero hoy he cogido un número de esos que uno se encuentra en los WC's de las casas y he dado con este pequeño texto, de gran interés (con frecuencia parece que dicen cosas más interesantes los lectores que los periodistas). Ésta es la carta que enviaba María Benito Sánchez a la revista dominical, en respuesta al reportaje "Mi hijo no atiende" del 8 de mayo de 2011 sobre "trastornos de la infancia" (entre ellos, el famoso TDAH):
"Sobrecogida. Así me quedé tras leer el artículo Mi hijo no atiende. Soy psicóloga, también soy madre; y a la luz de los criterios diagnósticos que propone el DSM IV, sin duda debo ser hiperactiva con déficit de atención gran parte de los días. Me pregunto qué piensan estos profesionales que es un niño. ¿Hay un niño estándar? Debe haberlo sin duda, porque permanentemente remiten a patrones de normailidad en los que tratan de hacer encajar, a veces a golpe de fármaco, cualquier expresión.
¿Donde queda lo subjetivo, lo propio de cada uno, lo particular? ¿Alguién se ha parado a escuchar a estos niños? ¿Alguien se ha preguntado qué cosas les interesan?. En lugar de cuestionar la rigidez del sistema educativo, su fracaso manifiesto a la hora de estimular a los niños en el aprendizaje, en lugar de cuestionar la paciencia y flexibilidad para hacerle un sitio a lo diferente, se opta por la medicalización.
Lo diferente se torna síntoma y el resto viene rodado. Me sorprende cómo se recorta lo humano a meros procesos químicos, en base a lo cual se propone una medicación, cuyos efectos secundarios son tan serios que a menudo precisa de nuevas medicaciones para hacerlos remitir y cuyos efectos a largo plazo se desconocen por el momento.
Es llamativa la emergencia de estos diagnósticos en los últimos tiempos... ¿Es que antes no había niños hiperactivos? Seguramente eran los niños revoltosos, trastos, inquietos, que todos hemos conocido. Aquellos que antes les caracterizaba ahora es patología.
Esta conceptualización de la infancia atenta contra la infancia misma. Dejemos a los niños que sean niños."
"Sobrecogida. Así me quedé tras leer el artículo Mi hijo no atiende. Soy psicóloga, también soy madre; y a la luz de los criterios diagnósticos que propone el DSM IV, sin duda debo ser hiperactiva con déficit de atención gran parte de los días. Me pregunto qué piensan estos profesionales que es un niño. ¿Hay un niño estándar? Debe haberlo sin duda, porque permanentemente remiten a patrones de normailidad en los que tratan de hacer encajar, a veces a golpe de fármaco, cualquier expresión.
¿Donde queda lo subjetivo, lo propio de cada uno, lo particular? ¿Alguién se ha parado a escuchar a estos niños? ¿Alguien se ha preguntado qué cosas les interesan?. En lugar de cuestionar la rigidez del sistema educativo, su fracaso manifiesto a la hora de estimular a los niños en el aprendizaje, en lugar de cuestionar la paciencia y flexibilidad para hacerle un sitio a lo diferente, se opta por la medicalización.
Lo diferente se torna síntoma y el resto viene rodado. Me sorprende cómo se recorta lo humano a meros procesos químicos, en base a lo cual se propone una medicación, cuyos efectos secundarios son tan serios que a menudo precisa de nuevas medicaciones para hacerlos remitir y cuyos efectos a largo plazo se desconocen por el momento.
Es llamativa la emergencia de estos diagnósticos en los últimos tiempos... ¿Es que antes no había niños hiperactivos? Seguramente eran los niños revoltosos, trastos, inquietos, que todos hemos conocido. Aquellos que antes les caracterizaba ahora es patología.
Esta conceptualización de la infancia atenta contra la infancia misma. Dejemos a los niños que sean niños."
Fuente: El País Semanal, nº 1810, domingo 5 de junio de 2011.
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