Desde el principio, antes incluso de pararme a pensar en su sentido, algo me resultó raro e incómodo. Quizá fuera ese gesto facial del personaje, que quiere ser una especie de esbozo de sonrisa, pero no llega a serlo y se queda en una mueca forzada. Quizá fuera el texto principal: “Mi corazón se paró, pero alguien pensó que aún tenía muchos cafés que servir.” (ahora veremos por qué). Quizá la combinación de ambos.
En un primer momento pensé que se trataba de una campaña de revalorización de la sanidad madrileña, acentuando el aspecto emotivo: “salvamos vidas”. Aún así me pareció extraña al relacionar ese primer elemento con ese “aún tenía muchos cafés que servir” tan crudo y directo, que no es un “aún tenía mucho que vivir”, es decir, un elogio de la vida como algo con suficiente valor en sí mismo como para considerar necesario salvaguardarla y mantenerla por encima de cualquier consideración instrumental. Al contrario, lo que me chocó fue probablemente esa consideración instrumental de la vida: “aún tenía muchos cafés que servir” quiere decir “aún tenía mucho trabajo que realizar, utilidad que aportar a la economía, a la sociedad o, en este caso, a la Comunidad de Madrid”.
Y no sólo eso: esa aportación de utilidad, esa vida que sólo merece ser vivida para emplearla en producir, con un fin instrumental, es además la de “servir cafés”, no un trabajo cualquiera, sino un trabajo precario donde los haya y socialmente muy poco valorado. Si a esto le sumamos que el personaje de la imagen, el camarero al que deducimos que se le paró el corazón y al que la salud madrileña salvó para que siguiera poniendo cafés, es un joven treintañero que bien podría haber acabado ya una o dos carreras universitarias, y cuyo gesto a mí personalmente me transmite más malestar que comodidad o gratitud por seguir vivo y poniendo cafés (el efecto emotivo y entrañable que deduzco que querían producir) -quizá sea esto lo que más me rayaba-, el cóctel está servido: explotemos la crisis y la precariedad juvenil con fines políticos, económicos, etc. (como se hizo en las elecciones generales de 2008); que solucionarla es lo de menos.
En resumen: “alguien” (un alma bondadosa, un profesional de la sanidad que también “hace su trabajo”, el “Sistema”, o Dios mismo, quién sabe) pensó que este pobre treintañero precario que vivía de poner cafés y que, probablemente por sus condiciones de vida de mierda, sufrió un paro cardiaco, debía seguir viviendo para seguir poniendo cafés, aportando valor con su trabajo, “contribuyendo”. El poder de hacerle vivir, de evitarle la muerte, aparece en manos de otros, no en las suyas propias (algo que recuerda a aquello de la biopolítica). En definitiva: desposeído del poder de decidir sobre su vida en lo biológico y en lo laboral, pero debiendo estar agradecido por ello.
Ahora que está vivo y agradecido, trabajando de nuevo, continúa el relato: “Gracias a tus impuestos, 8 hospitales nuevos y menos listas de espera”. A nosotros: “este chico está vivo y trabajando gracias a vuestros impuestos, que permiten tener un buen sistema sanitario” (palabra mágica: “listas de espera”). Al chico: “se te ha salvado porque trabajas y pagas impuestos como Dios manda” (¿acaso si uno no trabaja ni paga impuestos no se merece ser atendido igual o incluso mejor, salvado, etc.? ¿no vale su vida lo mismo que la del “contribuyente”?). Conclusión: sigan pagando impuestos porque “gracias a tus impuestos, tú haces Madrid mejor”. Contribuye con tu trabajo, contribuye con tus impuestos, independientemente de que el primero sea una mierda y los segundos no se repartan de forma justa (más progresiva), y esa comunidad ideal que llamamos “Madrid” será mejor. Contribuye y se te salvará, porque sólo quien contribuye merece.
Este joven agradecido –al sistema sanitario y a la CAM- por seguir vivo seguirá poniendo cafés contento de aportar con ello su semillita al bienestar de la comunidad y hará su declaración de la renta como es debido para que la Comunidad que le ha salvado la vida pueda seguir construyendo hospitales y salvando vidas a otros, para que sigan produciendo en un círculo infinito y virtuoso de retroalimentación. Y toda esta maravilla “en la Comunidad donde pagamos menos impuestos”. Eso es gestión neoliberal y lo demás son tonterías. En fin, otro bello relato legitimador que nos llega al corazón… Nos vemos en la calle.
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