Últimamente me he encontrado repetidas veces con una falacia que creía ya superada después de tantos desarrollos en la teoría feminista y el análisis de las relaciones de género. Tomaré como ejemplo el caso del rendimiento escolar, que es el que tengo más cerca.
No deja de constatarse la “superioridad” de las mujeres en cuanto a rendimiento escolar en todos los niveles educativos y se ha llegado a hablar hasta de una “inversión de la brecha de género”. Vamos por partes:
1. La constatación de un “mejor” rendimiento femenino (mejores notas, mayores tasas de titulación, mejores puntuaciones en competencias PISA) es una constatación cuantitativa.
2. Muchas veces se constata la diferencia cuantitativa en términos absolutos sin tener en cuenta el peso relativo de hombres y mujeres en la población estudiada. Igual que en el análisis de la clase social se recomienda remitir los porcentajes de obreros que acceden a la universidad al porcentaje de obreros existente en la población o en la clase de edad correspondiente, debiera hacerse lo mismo con los análisis de género.
3. Del mismo modo, analizar el acceso a determinados niveles educativos o el rendimiento diferencial en función de la variable sexo sin tener en cuenta su articulación con otras variables ha dejado de tener sentido, y puede ser además esencializante. No quiere decir esto que el género no tenga importancia en el análisis de estas cuestiones y que otras variables sean más importantes (como se ha pretendido muchas veces con la clase social, por ejemplo). Al contrario, la única forma de valorar la importancia relativa del género es contrastándola y cruzándola con otras variables.
4. Pero, más allá de estas consideraciones superficiales, la constatación de la “superioridad” femenina en términos cuantitativos no nos dice nada sobre cómo se articulan las relaciones de poder entre sexos en la institución escolar o en la práctica cotidiana de los centros escolares. Más aún, quienes responden a la idea de que la institución escolar es androcéntrica y reproduce la dominación masculina con simples porcentajes no se dan cuenta de la simpleza de su razonamiento, basado en un presupuesto implícito difícil de sostener: que la superioridad numérica (medida, por ejemplo, en porcentajes de acceso a distintos niveles o de rendimiento académico) equivale a una superioridad o a dominación en general.
Este supuesto es fácil de romper. Ser más o tener mejores resultados no significa tener más poder, ni ser dominante. La dominación no es un hecho meramente cuantitativo. Lo cuantitativo puede darnos claves interesantes de cómo se articula una dominación en un contexto concreto pero no puede ni debe agotar el análisis de las relaciones de poder: no nos dice nada de las prácticas cotidianas, ni de las categorías de percepción y apreciación de los agentes (a través de las cuales, como sabemos, tiene lugar la incorporación de la dominación simbólica, aquella que hace que los actores no perciban la dominación como tal y la vivan como natural), ni de los procesos a través de los cuales la dominación es producida y reproducida.
Es decir, que puede darse perfectamente una “superioridad” numérica de las mujeres en cuanto a resultados o rendimiento académico sin que éstas sean dominantes en el sistema educativo, como de hecho pasa. Pero para ver esto hay que ir más allá de las simples tasas de rendimiento y apreciar las formas de segregación sutiles que hacen que ellas elijan determinadas disciplinas y carreras y no otras, o que no sean ellas, a pesar de su superioridad numérica, las que lleguen a ocupar los rangos más altos en el sistema educativo o los cargos directivos, así como los procesos concretos de socialización escolar que refuerzan la socialización de género iniciada en la familia y reforzada en otros contextos. Podrán "invertirse" algunas tasas, pero resulta difícil de creer que por ello se vayan a "invertir" las relaciones de poder.
Tengo la agradable sensación de que lo que haces escribiendo y compartiendo estas cosas es (obligarnos a) ralentizar, a pisar el freno. Uno no puede, a la vez, ir en coche por la carretera y mirar el paisaje; si lo que se quiere es mirar el paisaje, entonces hay que detenerse. Es demasiado fácil sacar (corriendo) este tipo de conclusiones (deducir de su mayor rendimiento que las mujeres dominan en el sistema educativo). Porque la realidad es más compleja, siempre mucho más compleja, de lo que uno, o varios pensando juntos, pueden llegar a comprender.
ResponderEliminarTu gesto me recuerda al de un Foucault que desmintió que se reflejara en la libertad del discurso sexual la apertura de espíritu en las prácticas sexuales (por resumir mucho; espero que me perdonen los que sí sepan de Foucault, empezando por tí). De hecho, demostró exactamente lo contrario: cuanta más soltura en el discurso, menos libertad en las prácticas. E incluso que hablar tanto y de tantas prácticas sexuales era una buena herramienta de normativización. Yo no sé del tema planteado aquí, pero, ¿no podría ser que derivar la dominación por parte de las mujeres de su buen rendimiento escolar la mejor forma de callar cuestiones de género importantes en las que ellas salen, todavía, perdiendo?
Gracias, de verdad, por esta entrada y por, aquí como en otros lugares, levantar el pie del acelerador.