"Yo tendería a la hipótesis de que los contemporáneos se leen mucho menos de lo que
se cree, y que una gran parte de lo que saben los unos de los otros se toma ex auditu,
a través de lo que se escucha decir, por los colegas, por los periódicos (papel terrible del Nouvel Observateur), por los estudiantes, en fin, por una suerte de
rumor intelectual donde circulan las palabras clave, los eslogans un poco reductores ("vigilar y castigar", "encierro", "panóptico" etc.). Dicho de otro modo, la hipótesis de que los contemporáneos se leen entre ellos es muy arriesgada; y que se leen y se comprenden, todavía más arriesgada. Habría que hacer una revisión de la historia de las ideas que reposa en la hipótesis de que los textos son leídos, y que siendo leídos, son comprendidos, etc. En general, lo que circula son los títulos: Vigilar y castigar (ha habido, desde entonces, muchos títulos con infinitivos, sobre todo entre los historiadores... En el siglo XIX, todo el mundo se decía "saturniano", sin que se supiera bien lo que eso quería decir. Si consideramos la hipótesis de que la gente no es leída, se entienden muchas cosas que no se han comprendido durante mucho tiempo pensando que han sido leídos. El conocimiento por eslogans, por palabras clave es muy importante; los enemigos, que tienen interés en "reducir" y en destruir (según la lógica del insulto: tú no eres sino un...) colaboran con los amigos (protégeme de mis amigos, decía Enrique IV, yo me encargo de mis enemigos) que pueden también influir negativamente (por fetichismo o, simplemente por tontería...) en la construcción de la imagen social de un autor."
P. Bourdieu, "¿Qué es hacer hablar a un autor? A propósito de Michel Foucault", en Capital cultural, escuela y espacio social, siglo XXI, 2005, p. 17-8.
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