La Constitución Española del 78 reconoce en su artículo 28 el derecho a sindicarse y el derecho a la huelga. Ésta última ya había sido regulada por el Real Decreto-ley 17/1977, de 4 de marzo, sobre Relaciones de Trabajo, que se adaptó a posteriori a la CE y que sigue vigente en la actualidad. (Para una brevísima historia de la huelga en España, recomiendo este artículo de Diagonal, que también ofrece un buen resumen de lo que representa la reforma)
Sin duda se pueden decir muchas cosas de esta huelga. No pretendo hacer un análisis exhaustivo. Me limitaré aquí a soltar en modo esquemático algunas cuestiones que me parece que se han olvidado o que se están jugando estos días. Hablaré sólo de algunos discursos sobre la huelga y sus efectos, dejando de lado otras cuestiones, como dar palos a los sindicatos (que ya se les han dado bastantes).
Para un repaso básico de los principales titulares y las posiciones de los “actores principales” (gobierno, sindicatos, oposición) recomiendo este video de Sé Lo Que Hicisteis a partir del minuto 10:15.
Vamos al lío:
Quienes decretan el fracaso de la huelga general del 29-S tienen interés en deslegitimar a los sindicatos y a los trabajadores movilizados, y sus acciones, extendiéndolo además a la huelga en general como forma de movilización y al sindicalismo como forma de organización de los trabajadores, y reconfortando a aquellos que no se movilizaron en sus posiciones.
Quienes se dedican a decretar la muerte del sindicalismo antes de tiempo –aún no han desaparecido, ni parece que lo vayan a hacer en un futuro inmediato, si bien se ven debilitados por la caída de afiliados y la deslegitimación constante de sus posiciones- sin duda tienen interés en “matarles” y quitárselos de en medio, en anular su posición y su posibilidad de palabra y acción. Más allá de que nos parezca bien o mal, vigente o anacrónico, suficiente o insuficiente, el sindicalismo actual en España, el caso es que sigue siendo “molesto” para muchos (y gracias).
Conclusión: "Si la huelga y el sindicalismo no sirven, entonces es normal que la reforma laboral recorte la capacidad negociadora de los trabajadores".
Quienes asocian el “hacer huelga” simplemente con “manifestarse en contra del gobierno” en lugar de con “manifestarse en contra de la reforma” (y la diferencia entre “rectificación” –pancarta de los sindicatos- y “anulación”, “echar atrás”, etc. es grande) están introduciendo la movilización en el campo de la política (bi)partidista y personalista, olvidando que está en juego algo más que la cabeza de un presidente: la ciudadanía social y la seguridad laboral. (Sin duda la “incertidumbre” y el “riesgo” crecientes no vienen de la nada, sino que se fabrican, y éste es un ejemplo claro).
Esta última maniobra ha hecho mucho daño a la hora de la movilización y a la hora de concluir sobre sus consecuencias: ahora se trata sólo de puntos de popularidad y estimación de voto.
Cuando se fabrica una “crisis” ahondando en su inevitabilidad, gravedad, etc. (mediante todo tipo de metáforas), es que algo gordo nos aguarda a la vuelta de la esquina y se está preparando un terreno socio-discursivo para clavárnoslo.
No hablemos ya de todos los colectivos invisibilizados en ese juego de fuerzas y discursos.
En fin, se podrían decir muchas más cosas, pero ya me he cansado del tema. Quizá los demás queráis seguir.
P.D.: Os dejo aquí la auténtica “obra de arte” de La Razón, que muchos ya habréis visto, o cómo vincular movilización social y violencia terrorista, en el modo más hardcore de deslegitimación que podría darse en el espacio público español actual.
Añadido del 04-10-10:
Artículo de Viçenç Navarro en el que argumenta por qué las "políticas de auteridad" no son la solución a la crisis.
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